En el otro extremo del espectro se encontraban varios tipejos poco convincentes. —Quiero irme a casa. Jacko se quitó las gafas de sol y se las guardó en el bolsillo delantero de la chaqueta. Discutiéndose desde el momento en que se encontró, la pareja baja del avión pensando que nunca se encontrará de nuevo. Tras recoger su equipaje del maletero, Sánchez se encaminó a paso rápido (rápido para él) hacia el vestíbulo de la entrada, antes de que Annabel, la Dama Mística, pudiera enganchársele. Mi madre está enferma. Estaba deseándolo. —Cleveland. Entiendo. Aquel tipo estaba resultando ser todavía más atontado que la mayoría de los otros guardias de seguridad del hotel. —Ah, no. —Pues no. Me parece una buena idea. Aquello habría sido positivo si ella le hubiera hecho caso y hubiera abandonado el concurso, pero no parecía que fuera a suceder tal cosa. Tal vez su caracterización de los Blues Brothers fuera un desastre, pero por lo menos iba bien de cintura para arriba. Lo digo en serio. Gabriel lo acompañó para darle apoyo moral. —pensó Sánchez—. La única vez que fui (porque por suerte en mi habitación tenía baño privado) estaban todos los inodoros (que no los llamaría inodoros, si no ODOROS) sucios.La ventana daba a un restaurant de enfrente, o sea que no podías cambiarte sin cerrar las cortinas.Nos cobraron Ar$40 un agua de 500cc para llevar, cuando a 20 mts hay un súper y te la cobran Ar$16.Si estabas más de media hora en el restaurant te ibas con olor a comida.El desayuno "continental" eran dos infusiones una bandeja de tostadas, manteca y mermelada Abedul. Lo es todo para mí. Ella era uno de los cinco cantantes a los que había preseleccionado como finalistas Nigel Powell, el principal juez del concurso «Regreso de entre los muertos». —Perfecto. El compañero de Johnny que viajaba en el asiento del copiloto, Neil Silverman, alargó la mano y giró el mando del volumen de la radio hasta que, una por una, fueron apagándose las voces de los demás agentes que iban confirmando el mensaje recibido. Seguidamente tocó un acorde y empezó a girar las clavijas que sujetaban las cuerdas. —Ya, y tú y yo vamos a estar armados dentro de un minuto, Sánchez. —No había motivo. Era cierto que Sánchez no era imparcial, pero a su juicio Elvis lo había hecho exactamente igual de bien que el imitador de Otis Redding que le había precedido. Sobresaltada, se dio la vuelta y se encontró con Kid Bourbon, que la tenía asida con fuerza. Cuál es mi trabajo. El juez principal también estaba exprimiendo al público todo lo que podía. —¿A qué viene esa cara tristona, colega? En aquel momento Harry apretó un botón de un reproductor de CD que tenía en la mesa de mezclas y comenzó a sonar el tema That’s Not My Name de The Ting Tings. Comparó los nombres con la foto que sostenía en la mano. Se llevó una mano a la frente para ver si la tenía tan hinchada como le parecía. Ésas son las normas. Así y todo, todavía le retumbaba el corazón en el pecho cuando pulsó el pequeño botón de plástico gris que había en la pared, junto al ascensor. Por todos los bares y las cafeterías corría siempre el rumor de lo que sucedía allí cada 31 de octubre. —Después, elevando la voz, agregó casi gritando—: Al infierno, ¿me oyes? Ojalá yo pudiera hacerlo la mitad de bien que tú —le dijo generosamente—. Tío, ha sido graciosísimo. Él la observó con curiosidad antes de responderle con otra sonrisa, ésta breve y más bien falsa. Tiene que largarse de aquí. —Sí, pero el de recepción dice que no ha entrado nadie. Así que la Mística esa ha acertado. Podría cantar Smooth Criminal, si prefiere. Se sonrieron el uno al otro. —preguntó. Las miradas de ambos se cruzaron durante un segundo nada más. Durante los veinte primeros minutos que pasaron después de suceder los hechos, la únicas personas que entraron en el bar fueron dos individuos del personal de seguridad. El área de recepción estaba completamente vacía. —¡Serás zorra! La tercera idea tampoco fue más productiva. —¿Algún indicio de los culpables? Al cabo de unos segundos logró pescar un álbum de los Blues Brothers y se lo pasó a Kid. ¿Por qué no? Tal vez aquellas vacaciones no estuvieran tan mal después de todo. La serie turca Cilek Kokusu, Con Olor a Fresas está protagonizada por Demet Özdemir y Yusuf Çim, quienes interpretan a Asli y Burak, respectivamente. —¿Qué? —Me temo que sí. No estaba del todo seguro del motivo, pero no importaba. No me vendría mal echar una meadita, después de todo. —Como digo, era una buena persona. Llevo años sin salir de Santa Mondega. También era un nombre conocido. Sánchez se sintió aliviado al ver que el cuarto de aseo se encontraba vacío. —¿Qué tal la cabeza? Aquel interrogatorio estaba irritando a Powell. Había caído de bruces otra vez, así que volvió a darle la vuelta con el pie. Incluso echó una ojeada rápida a la parte de atrás y levantó los tacones de uno en uno para confirmar que no llevaba nada pegado a las suelas. —Genial. Esperó a ver si aparecía Judy Garland entre los demás concursantes. Ya sabes cuál, ¿no? Jonah Clementine oyó la amenaza y montó en cólera. Actuaba Steve Vai. Tenía una frondosa melena rubia y rizada y vestía una estilosa cazadora de cuero blanco con la cremallera abierta hasta la mitad que comprimía sus generosos senos formando un escote impresionante. Se quedó detrás de Elvis e hizo varias inspiraciones profundas. —chilló el Rey. Alguna que otra vez era un hombre profundamente religioso, aunque sólo le venía bien en contadas ocasiones; dicho de otro modo, cuando estaba de mierda hasta arriba. —Suspiró e intentó parecer razonable—. La transformación de Michael Jackson en un componente de los Blues Brothers fue casi completa. Aquella negativa a pagar un adelanto, por pequeña que fuera la cantidad, era la manera que tenía Powell de dejar claro quién mandaba. Nacía en el pasillo de la derecha, atravesaba el centro mismo de la zona de recepción y llegaba hasta la entrada principal. Como si supiera que podría ganar, pero en cambio prefiriera no ganar. Y además portaba en la mano una pistola de gran tamaño, apuntada a tres zombis que venían de la dirección del auditorio, con la intención de ahuyentarlos. Detalles. No podría nadie, la verdad. Los subió de dos en dos y acto seguido se lanzó hacia las puertas automáticas, que se abrieron para recibirlo cuando alcanzó el último escalón. Este puto hotel es el único que hay por aquí. Fue en el desayuno, tomó un panecillo y un café. Luther dirigió la vista hacia él y vio que estaba hurgándose la nariz, de modo que desvió rápidamente la mirada y procuró borrar aquella imagen de su mente. Vestía un traje negro con camisa blanca y corbata negra y estrecha, y llevaba gafas de sol. ¿Qué es lo que desea? Entonces los tres decidieron rodear el hotel y regresar a la entrada principal. - 46 - Anónimo El cementerio del diablo —Genial. Emily oyó detrás de ella que alguien (cuya voz se parecía enormemente a la de Sánchez) murmuraba algo que sonó a «Se lo tiene bien merecido, el muy cabrón. Sin duda alguna, su rasgo más positivo era su dulzura natural. Annabel, ciertamente más emocionada que él, demostró su entusiasmo pellizcándole otra vez el muslo con gesto juguetón y palmeando su propia pierna con la otra mano. Lo que vio cuando finalmente llegó al recodo y echó un vistazo fue a un grupo de zombis peleando con un individuo que llevaba una cazadora de cuero negro. De manera que Luther necesitaba tenerlo de su parte, no sólo para que lo condujera sin tropiezos hasta la final, sino también para convencer al público de que, una vez allí, era capaz de ganar. Sólo había una persona que pudiera ayudarla: Nigel Powell. Era papel de buena calidad, blanco, del tamaño normal de carta e impreso con un apretado texto en tinta negra. Aunque estaba fría al tacto, sudaba copiosamente y tenía una respiración trabajosa y silbante. A Angus le encantaba matar. Ya sé. —Sí. Los guardias de seguridad estaban despatarrados en el suelo, justo en medio. No sé qué coño dicen de que no figuro en el ordenador. El encapuchado se volvió y vio a Judy Garland desmoronarse en el suelo. Dejó a Jacko con cara de no entender y se dirigió hacia el mostrador de recepción. Mientras el autobús rodeaba el edificio para dirigirse a la parte de atrás, Sánchez contempló boquiabierto la grandiosidad de aquel lugar. La dejó junto a una botella de vodka, respiró hondo y se fue hacia el frigorífico del fondo, a buscar la cerveza que había pedido Julius. —Desvió la mirada un instante, al parecer sumido en sus pensamientos. Aquél no era uno de los antros de maleantes a los que estaba acostumbrado Kid Bourbon. Y lo siento muchísimo. Lo correcto era que lo hubiera soltado y lo hubiera felicitado por la victoria. Sería una lástima que te atropellaran y en la final quedáramos sólo cuatro. El público comenzó a aullar y vitorear, y ya no sólo estaba en pie, sino literalmente botando arriba y abajo sin dejar de aplaudir. - 103 - Anónimo El cementerio del diablo —¿Has visto la película Este muerto está muy vivo? El pantalón estuvo a punto de reventar por la parte de atrás cuando intentó abrirse de piernas y se quedó en la consiguiente postura de semicuclillas. Aún tenía el cuerpo cubierto por harapos que no ocultaban más que la mitad del esquelético torso, y conservaba algo de pelo (aunque gris y lleno de tierra), ojos y dientes, pero toda la grasa que pudo haber tenido su cuerpo había sido consumida durante el tiempo que permaneció hibernando bajo tierra. En eso, desde su sitio en el grupo de los perdedores, al fondo del escenario, el cantante del traje morado arremetió contra Jacko y Powell. - 325 - Anónimo El cementerio del diablo —No, un camarero herido. Para cuando llevaban recorrido como un kilómetro, el hotel Pasadena casi había desaparecido del todo. —¿Otis Redding? —Señorita de Frugyn, me llamo Nigel Powell, y tengo el honor de ser el propietario y el director de este hotel. —le preguntó. Emily obedeció, cogió unos cuantos objetos personales de la mesa del tocador y siguió a Powell y a los dos guardias de seguridad hasta el ascensor, y de éste a una - 193 - Anónimo El cementerio del diablo habitación situada en la novena planta. Jacko puso cara de no entender. Ello se debía en gran medida a Sandy, un individuo que tenía la típica - 186 - Anónimo El cementerio del diablo imagen de bruto y un cabello moreno y corto. Muchacho, esto sí que ha sido diferente. Transcurrieron unos segundos dolorosamente largos antes de que Kid hiciera lo que le ordenaban: aplastó el cigarrillo contra el cenicero plateado que había dejado Valerie en la barra para las propinas. ¿Y dónde se encuentra ahora? Aunque Elvis no necesitaba que nadie le subiera la autoestima, probablemente agradeció el gesto. Powell estaba revisando a toda prisa la buena opinión que tenía anteriormente de Cleveland. —Gabe, no hay rastro de ese tipo ni en el restaurante ni en el motel. En cambio Jacko pareció no percatarse. A Gabriel siempre le había gustado el tiempo frío, se sentía más vivo cuando la piel de los brazos se le tensaba y se le ponía roja. Que no estaban fingiendo. —¿Qué hago? Todavía veía las estrellas, pero la cabeza se le estaba despejando poco a poco. Pero todo parecía estar en orden. —Vaya, eso es estupendo, porque voy a tener que dar esos cincuenta de los grandes a otra persona, y lo único que tendrá que hacer esa persona será matar a Judy Garland. —Powell no entendía—. —¡Oh, Dios mío, Jonah! Yo, personalmente, preferiría llevar una pistola y un par de cojones bien puestos. —De pronto, el habitual tono áspero adquirió un filo glacial. Joe lanzó un suspiro. Una pistola pequeña como ésta resulta ideal para realizar un trabajo discreto en la habitación de un hotel. Escuchó lo mejor que pudo la rápida conversación que mantenían a gritos Elvis y Gabriel para hacerse oír por encima del estruendo del motor y del rugido del viento mientras la Harley surcaba la noche a toda velocidad. Todo aquello se debía a que tiempo atrás había participado en una encuesta de una agencia de contactos por internet, la cual ofrecía aquellas vacaciones como premio al soltero más cotizado de cada ciudad de su región. Pero como yo no conseguí llegar aquí a tiempo, el tipo que me contrató debió de pasarle el encargo a Angus, que era el que tenía de reserva. En realidad, el armario era el sitio más tonto en el que esconderse. Al cabo de unos segundos afirmó con la cabeza. —¿Y yo le parezco de por aquí? Apuesta mucho. —Está cantando Sweet Home Chicago —contestó Emily. Y se balanceaba salvajemente de un lado a otro. Nos quedan como dos minutos para tomar una decisión. Se dirigía hacia un área de terreno de aspecto especialmente desolado y que se adentraba más en el desierto, como a unos veinte metros de allí. —chilló por la ventanilla abierta. Bueno, la verdad es que me gustan las mujeres que dicen tacos. —exclamó Sánchez levantando los ojos al cielo y dando gracias en voz baja. —¿Sí? Había hecho exactamente lo que le había pedido Powell: había interpretado una canción lo mejor que supo, y su caracterización física era excelente. De hecho, ni siquiera sabía si se abriría la ventana. ¿Tú no? Se dirigieron hacia los aseos de caballeros, situados a la derecha, y, tras echar una ojeada rápida en derredor, Johnny se coló por la puerta seguido por Kurt. Sorpresa total. Fuera quien fuese el tal Sánchez García, tenía serios problemas. Podía elegir la mesa que quisiera, pero ¿a qué le apetecía jugar? Pero en fin, sobre gustos no hay nada escrito.» —¿En qué puedo servirle, señor? Pero, a ver, ¿qué otra puta alternativa le quedaba? Nina Forina estaba frente a los espectadores, esperando una señal de Nigel Powell. —¡Aaah! El que fue a Sevilla perdió la silla. Aparte de la pistola, había dejado las pocas posesiones que le quedaban, entre ellas una caja de munición y los cartuchos de repuesto, en el Pontiac Firebird que acababa de adquirir, el cual había aparcado fuera, frente a su habitación. Los cadáveres de todos los muertos que habían sido enterrados allí a lo largo de los cien últimos años. Se acercaba la hora de matar. Y además, no tengo tiempo para ensayar. Porque te quedará algo de sitio en el pantalón, ¿no? Resolvemos sus dudas y le asesoramos sobre la planta más adecuada o el producto ideal para su cultivo, germigarden@germigarden.com / Formulario de contacto. Pero encajaba perfectamente bien con su actual estado de ánimo. Medía bastante más de uno ochenta y llevaba la cabeza afeitada. —Te estaba buscando. Es la mejor parte. —Podrías vivir más tiempo. Para él no eran el pelo bien cortadito, la sonrisa amigable y el traje azul barato; él era un motero cargado de tatuajes, con el cráneo rapado y una cicatriz de cinco centímetros en horizontal debajo del ojo izquierdo. —Son Kurt Cobain y Johnny Cash. - 76 - Anónimo El cementerio del diablo La alternativa —la de no entregar el sobre— seguramente tendría como consecuencia que el receptor original le buscaría a él la pista de todas formas. Y ella sabría que yo por fin he seguido sus pasos. Por lo visto, todos —jóvenes, viejos, hombres, mujeres— lo adoraban. —Eso no es todo, jefe. El tipo que había pulsado el botón de la planta baja le echó un brazo por los hombros y lo estrechó con fuerza para colocarlo en el centro del ascensor. ¿O continuar con aquellas trenzas que llevaba la auténtica Judy Garland en la película El mago de Oz? Ha sido un día bastante extraño, ¿no? Por lo visto este año llegan pronto, esos cabrones, y no creo que ninguno de nosotros tenga ganas de servirles de aperitivo. Pero aquel tipo no hizo nada de eso. Un tipo llamado Kid Bourbon. Alguien que esté dispuesto a hacer lo que sea con tal de conseguirlo, que no le importe lo que pueda costarle. Los dedos tocaron el metal frío del revólver. Dejó de acariciarle el brazo y dio un paso atrás. Como Rex no iba a poder asistir, le entregó el mapa a él a la vez que le cedía la misión. —Era. El Hombre de Rojo lanzó otra carcajada. Mientras recorría la habitación con la mirada, su pie derecho tropezó con un objeto que había en la moqueta. —¡Joder! De modo que terminó convenciéndose de que la idea de entregarlo en recepción a fin de cuentas no estaba tan mal. —¿Judy Garland? Bueno, ahora se encontraba otra vez en Halloween, diez años más tarde, en una zona del desierto conocida como Cementerio del Diablo, a punto de llevar en su coche a un autoestopista disfrazado de uno de los participantes del vídeo Thriller. —Joder, tío. Sweet Home Chicago era una canción de los Blues Brothers, ¿no? Nuevamente se elevó del auditorio otra oleada descomunal de aplausos y vítores. Unos minutos antes había usado aquella pajita para beber el Sprite; ni por lo más remoto había imaginado que iba a encontrar un estimulante mucho más fuerte. Cuando llegue, ha de doblar a la derecha. Después de todo, Gabriel no era tan malo. —La voz de Kid sonó igual que la grava al ser pisada por una bota. La agitación incrementó de forma visible la tensión de la cremallera de la cazadora. Sólo sintió el frío dolor por espacio de un milisegundo. - 273 - Anónimo El cementerio del diablo —Bien, pues déjale. —¿Qué? Elvis protestó. Enseguida giró la cabeza para ver qué era, y se llevó un susto de muerte. Siguiente pregunta. —¿Lo ves? Sánchez se sintió un poco aliviado al ver que no era el único que hacía chistes malos. Habían estacionado en el aparcamiento y llevaban varios minutos vigilando cada uno de sus movimientos, a la espera de que los llamara Rex para darles nuevas instrucciones. —Claro. Tras matar a Roderick, aguardó en el asiento trasero del coche y le cortó el cuello a Ash poco después de que éste hubiera regresado a su vehículo. Constituía el oscuro secretillo de la localidad. ¿Acaso Dios no es el dueño del alma de todo el mundo? —Ya lo sé. Porque él estaba más que deseoso de irse a casa. Durante una fracción de segundo levantó la vista hacia Angus y ambos se miraron el uno al otro. Los dos - 164 - Anónimo El cementerio del diablo se abalanzaron hacia la cuneta para saludar a su salvador. Justo en aquel instante apareció al lado de Elvis la chica que encarnaba a Judy Garland y le tocó apenas el brazo para reclamar su atención. Si llega a la final, sin que nadie se lo espere, un puto tío que encarna a Jimi Hendrix y dice que va a cantar Voodoo Chile, te apuesto lo que quieras a que la orquesta lo tiene jodido. Al mismo tiempo notó que el zombi aflojaba la tenaza con que le aferraba el pie. —Coge esa puta pala y sigue cavando, o te abro un puto agujero en la cabeza ahora mismo —ordenó en tono amenazante. —Dios, que tío más exasperante. Sí, exacto —contestó él con un entusiasmo tan forzado que resultó vergonzoso—. Sin querer barrió una manchita de sangre con la yema del dedo, y se apresuró a limpiársela en la pernera del pantalón. A continuación presentamos una pregunta de muestra con su solución correcta: COSECHAR es lo contrario de: 1. obtener 2. Se sentía invencible. —Hay que cogerle el gusto. —Puede ser. La persona que había entrado caminó despacio sobre el suelo de baldosas. —Gracias, Sánchez. El público estalló en una ovación todavía más calurosa que la que ofreció a los cuatro finalistas anteriores, sólo que esta vez no duró tanto. Ver más tarde "Con olor a fresas" Capítulo 22 en español Tokyvideo. Agarraos. Y quiero una Polaroid. Janis alzó una mano y se la puso en la frente. Los zombis del desierto habían irrumpido a través de las puertas de cristal de la entrada del hotel y estaban invadiendo el recinto a centenares. Sánchez recuperó el control, encontró el botón de la planta baja y lo apretó a toda prisa. —Está bien. Sánchez y Elvis se inclinaron, bajaron las manos, que todavía llevaban atadas, y cogieron con dificultad una pala cada uno. No. —Comprendo. - 141 - Anónimo El cementerio del diablo - 142 - Anónimo El cementerio del diablo Veinticuatro Cuando Gabriel pasó raudo junto al letrero de la carretera que daba la bienvenida a todos los que llegaban al Cementerio del Diablo, ya sabía que estaba a punto de vivir una noche espectacular. Esto significa mucho para mí. —Le he traído esto. —Entonces, ¿qué hacemos todavía aquí? Fuera, en la carretera, estaba oscuro, y la única luz que había era la de la luna llena. A Powell le dio un vuelco el corazón. —Desde luego. —gritó Elvis desde la parte de atrás. Y rápidamente. —Naturalmente. Angus puso las manos encima del mostrador de recepción y se inclinó hacia delante para ver bien la chapa que llevaba la chica en el chaleco rojo. Luego le puso una mano en el hombro y le susurró al oído: —Bueno, ¿por qué no me invitas a una copa? No te doy la mano, si no te importa. - 117 - Anónimo El cementerio del diablo —Porque no creo que lo sepa. Acto seguido el guardia de seguridad abrió la puerta para Annabel. Teniéndola además sujeta con la rodilla en la espalda, le impedía cualquier movimiento. Todavía no había tenido tiempo para asimilar como era debido lo que pensaba de aquel tipo. Nadie más parecía apreciar la urgencia de acabar a la hora fijada. Era un hombre, que estaba como a un metro de ella, a su izquierda, con una pared que habían pintado de negro intenso como fondo. —Yo también, pero fíjate cómo estamos ahora. Sánchez reflexionó durante unos momentos. Que ese tío no sea físicamente tan desagradable como su forma de hablar.» Temiendo lo que iba a encontrarse, se dio la vuelta. De hecho, era más conocido como Angus el Invencible, a causa de su increíble resistencia. —Yo no estoy de tu parte, gilipollas. ¿El de Karate Kid? —No importa, Joe, me fío de ti. Como el viento del desierto le traía arena e insectos a la cara, Sánchez llegó a la conclusión de que sería mejor mantener la boca cerrada a fin de evitar la ingesta de alimentos no deseados. Abrió la bolsa y vio que a Kurt se le iluminaban los ojos. Había un asesino suelto. —¿Entonces? Recorrió con la mirada a los concursantes que todavía estaban esperando para hacer la audición y escogió un blanco. Además, el cadáver daba la sensación de estar mirándolo fijamente. Aslı no quiere perder esa oportunidad de trabajo en Bodrum para poder trabajar y ir de vacaciones al mismo tiempo. Pero sería genial ganarlo, ¿no? —Y también sabes que estoy a punto de matarte, ¿verdad? Sin embargo, la persona que llenaba su pensamiento la mayor parte del tiempo era Beth, en las raras ocasiones en que permitía que regresara el pasado. Calculo que habrán capturado a ese perturbado dentro de diez minutos. Todavía misericordiosamente ajeno a qué era lo que lo tenía aferrado, a Sánchez le preocupaba mucho más intentar liberar el pie de aquella mano. Aquello daría a los putos zombis algo con que entretenerse un rato. Tenía mucho que reflexionar. —¿Quiénes son los envenenados? Gabriel cerró la puerta con el pie y empezó a retroceder en dirección al armario, encorvado y con las manos bajo las axilas del guardia muerto. Powell lanzó un suspiro. Cuando los zombis arrancaron y se perdieron de vista por la carretera, oyó el estribillo del tema Delilah sonando por los altavoces. Cuando descendía por dicha escalera oyó un ruido de cristales rotos. —Un momento, por favor. - 39 - Anónimo El cementerio del diablo Seis Emily no estaba precisamente entusiasmada por tener que compartir un vestuario con cuatro hombres. De pronto Janis Joplin se adelantó y se sumó a ellos: —Sí, que le jodan. El yeso del techo comenzó a agrietarse y a desprenderse con cada sacudida del edificio. —¿Y qué? —Ésa no es la razón por la que he venido a contarle esto —dijo Emily a la defensiva. El tema escogido fue I Got You (I Feel Good). —Ah, ya. Hubo momentos en los que maulló igual que un gato, un gato ahogándose, e incluso en un doloroso pasaje llegó a parecer que cantaba en holandés. Llevaba el sobre con las fotos y los veinte mil dólares escondido en la parte delantera del pantalón, hábilmente disimulado por la camisa hawaiana, que colgaba por fuera del mismo. Pero éste centró la atención en el descomunal mutante que aún estaba saliendo del suelo y que ahora ya sólo tenía un brazo. Sin embargo siguió mirando a Emily varios segundos más, porque no quería que Janis viera que le resultaba gracioso su problema. ¿Y para qué iba a hacer algo así? —¿Qué cojones son esas cosas de ahí? —Y que lo digas. —Sí. —Luego se giró hacia Gunther y ladró—: ¡Usted! Kid, sin hacerles caso, permaneció lo bastante cerca de las puertas para ver bien los alrededores. Al pisarlo dejaron de oírse sus pisadas. - 167 - Anónimo El cementerio del diablo Veintinueve Angus el Invencible estaba impresionante en su lucha contra los zombis. —Powell siempre se mostraba solícito con su personal. Las puertas se encontraban a unos veinte metros de distancia, y entre él y ellas habría como seis zombis persiguiendo a un grupo de clientes que habían llegado a la misma conclusión acerca de cuál era la mejor vía de escape. Ojalá pudiera él hacer lo mismo, pero necesitaba algún estimulante, algo que le diera más seguridad en sí mismo para poder soportar aquella angustiosa espera. Se detuvo un instante y lo extrajo. Se trataba de una autocaravana grande y de color azul, casi lo bastante larga para considerarla un autobús, y venía tan deprisa que a punto estuvo de volcar al doblar la esquina del hotel. —¿Por qué yo? Julius tenía la incómoda sensación de que a lo mejor una de las vidas que peligraban era la suya. Es un gran placer para mí anunciarles que tengo aquí, en mi mano, los resultados del concurso «Regreso de entre los muertos». El cadáver, que estaba apoyado contra la pared de la cabina, resbaló y se derrumbó en el suelo, delante de Sánchez, con lo cual se hizo visible a los cuatro hombres que estaban en el pasillo. Ahí es... donde encontrará... al asesino que busca. El Final del Paraíso . El resto eran desventurados miembros del público de pasadas ediciones del concurso, que se habían transformado en zombis tras haber sido asesinados por éstos. ¿Para qué quieres ganar, para vender tu alma al diablo? Si salís por esa puerta antes de que lleguen, os devorarán vivos. - 281 - Anónimo El cementerio del diablo Mientras Emily, en un estilo anticuado, hacía una reverencia al público, Nigel experimentó una inmensa oleada de alivio. Acto seguido se encaminó hacia el mostrador de recepción. Había llegado el momento de decirle al público que empezase a votar por su favorito empleando el teclado que tenía en el asiento. Apretó con más fuerza todavía la mano de Rex. Hubo una pausa, tras la cual Jacko volvió a hablar: —El café está estupendo, Joe. —Este plan es de lo más cutre, ¿sabes? ¿El que prácticamente inventó el blues? Al parecer, aquel sicario de pelo rojo había capturado al individuo que estaba eliminando a los concursantes y a la persona que había contratado a éste. Es una tía genial. Sánchez aventuró lo que le pareció que era una sonrisa contrita. —Sí, ya lo sé. - 213 - Anónimo El cementerio del diablo —Están muertos. Entonces lo recorrió un escalofrío y se le hundieron las facciones. Y además Emily poseía algo que la hacía agradable, la misma inocencia en la cara que tenía Beth. —No. —Dos, tío. Mientras se enjuagaba las manos, advirtió por el rabillo del ojo que el otro le estaba mirando. En eso, Joe tomó una decisión. Llevaba cuatro nombres escritos con tinta azul. —También era cantante. —Pero ¿no podrías herirlo solamente? —Hay una cosa más que tienes que saber —dijo Julius. Éste también llevaba un parche identificativo, en este caso cosido en la pechera del vestido. Al final, tal como esperaba Kid, Jacko volvió a hablar. Alto y bien formado, llevaba un corte de pelo a lo militar, como recordatorio del tiempo que había pasado en el ejército. Se había deslizado furtivamente hasta un costado del armario y había abierto de súbito la puerta izquierda del mismo. ¿En qué puedo servirle, señor? —respondió la china. —En cuanto alguien firme ese contrato, tenemos que largarnos de aquí cagando leches, pequeña —le oyó decir Sánchez. La de Emily era la única que tenía útiles de maquillaje. Jacko se encogió de hombros. Ella ya se lo había figurado bastante rápido. Me gusta. A continuación se quitó las gafas de sol y miró a Kid a los ojos. Así dormiré mejor. Julius suspiró y se encogió de hombros con desinterés. Sánchez salió del cubículo y fue hasta el urinario de enfrente, el que tenía más cerca. Pero no se le ve por ninguna parte. ¿Qué han dicho los jueces? —No. Yo no he revelado a nadie quiénes iban a ser los finalistas. Cuando estaba de viaje por Plainview, Texas, unas semanas antes, había descubierto mientras echaba un pulso con un individuo llamado Rodeo Rex que el Cementerio del Diablo estaba repleto de seres no muertos. —Sí, gracias... esto... Nigel. Por el rabillo del ojo vio que el Firebird coleaba tres o cuatro veces y que el conductor intentaba impedir que derrapase, hasta que finalmente se enderezó y se perdió carretera adelante. Una de las cuencas estaba completamente vacía. Cerca del centro de la sala había una ruleta con tres jugadores sentados a la misma. La familia es importante. - 292 - Anónimo El cementerio del diablo Cincuenta y cinco Sánchez notó que le echaban un líquido frío por la cara. Furtivo, sí. ganado. Era como si estuviera cogiendo una serpiente por la cola e intentara que ésta no lo mordiera. Acaba de actuar el Blues Brother, y ahora me toca a mí. La tempestad. Me limitaré a indicarle el camino. El desconocido le hizo un gesto para que pasara primero. Sánchez suspiró y se pasó la mano izquierda por el pelo grasiento estrujando un mechón del mismo como si pretendiera arrancárselo. Los habían matado Elvis y un predicador llamado Rex, y al parecer, por difícil que fuera de creer, Sánchez había protegido a su hermano de los ataques de los vampiros. —Pues me parece que a esos cantantes ya los ha matado otra persona por ti. Mientras contemplaba la luna, oyó que se aproximaba otro vehículo. Mientras empezaba a mear en el urinario, pensó que para salir de un retrete lo primero que había que hacer era ponerse de pie sobre el inodoro. —Ya. —¿De qué? Angus, de pie al otro lado de la fosa que había obligado a cavar a Sánchez y a Elvis, tenía algún que otro problemilla. - 183 - Anónimo El cementerio del diablo Treinta y dos Nigel Powell siempre estaba un poco tenso en Halloween. Primero fueron los saxos y las trompetas, luego el piano, después Jacko de nuevo, arrancando un largo gemido a su guitarra robada. No soy tan listo. ¿Cómo cojones lo has sabido? El inodoro del retrete que habían elegido estaba igual de limpio que el suelo, el asiento se veía blanco y reluciente, sin una sola gota de orina. Cuando quedó convencido de que no era necesario soltar un poco encima de la moqueta, volvió a mirar a Powell con una sonrisita satisfecha. Así que se agachó y empezó a - 237 - Anónimo El cementerio del diablo rebuscar en una gran caja negra llena de discos compactos que tenía en el suelo, junto al pie derecho. Preparados para echar la puerta abajo y entrar a la carga. No lo vio hasta que lo tuvo al lado porque, igual que los camaleones, se fundía con el color de la pared. De pronto le cruzó por la mente el recuerdo del rostro de su madre. Especialmente para aquel concurso, se había hecho de encargo un llamativo traje negro brillante y una camisa de color rojo vivo. Las puertas se cerraron y el ascensor comenzó a moverse hacia arriba. Mientras lo observaba, Elvis le puso una mano en el hombro. Una vez dentro, se quedó atónito al ver que el conductor no era otro que Annabel de Frugyn, la Dama Mística en persona. Emily se quedó sorprendida por la inopinada agresividad de aquel comentario, así como por la brutalidad del mismo. A Emily le costaba trabajo creer que hubieran desaparecido tres de los finalistas... seguro que aquel tipo lo decía sólo para alterarla. ¡Ya! Por supuesto, lo primero que sucedió fue que la cabeza quedó apoyada en el hombro derecho de Sánchez y los ojos vacíos de expresión quedaron vueltos hacia él. Con la característica que todas las hojas nuevas que pueda dar la planta, también harán aroma a naranja. - 264 - Anónimo El cementerio del diablo Jacko recorrió la lista con la mirada, se detuvo en la pista número tres y leyó despacio el título. No había rastro de la presencia de ningún zombi, aunque se oía con toda claridad el ruido que hacían atacando y los chillidos de sus víctimas. Pero estaban todos vacíos y limpios como una patena. Pero si sale bien, estamparás tu nombre en el contrato. De acuerdo en que Angus era un tipo al que temer; pero si iba a llevar a cabo un trabajo para Nigel Powell, recibiría el mismo trato que cualquier otro miembro del personal del hotel. O no. Imitadores de Elvis los hay a patadas en los locales nocturnos. —se mofó Clementine. Stephie, la recepcionista, le informó de que no quedaban habitaciones libres y le sugirió que fuera al bar a tomar una copa —por cuenta de la casa, naturalmente— mientras ella hacía lo que estuviera en su mano para buscarle una habitación. El aparcamiento de la parte de atrás estaba abarrotado de autobuses que habían traído a hordas de imbéciles. Él creía que no. ¿Por ganar un concurso musical? Lo que había descubierto Elvis eran otros dos cadáveres más. Él la estaba mirando a su vez, fascinado por algún detalle de su persona. El puño aterrizó de lleno en el pico de la nariz de su objetivo. —¡Eh! Miró a izquierda y derecha, y entonces vio, a lo lejos, a Sánchez levantándose del suelo. Entonces bajó la vista y vio un pequeño charco en el suelo. Pero antes de que llegara a tocarlo, Powell lo sujetó por el hombro para frenarlo. Se zafó de aquella mano con una sacudida, y entonces descubrió, con profunda consternación, que el zombi le había sacado del bolsillo las llaves de la autocaravana. Si disponían de algún sitio donde hibernar durante uno o dos días, a buen seguro que era allí donde se encontraban. No estaba tan nerviosa como los demás porque sabía que su puesto en la final estaba garantizado. Pero desconocía el motivo. Tenía algo especial. Quiere que escondamos el cadáver hasta que llegue la ambulancia. Sacó una tarjeta llave y la depositó sobre el mostrador, delante de Angus. Ha sido increíble, ¿a que sí? Sabía hacerse con el público y había depurado su personaje hasta la perfección. El cabello, rubio y grasiento, también presentaba plastones de color rojo oscuro que lo habían apelmazado. Después, la presentadora dejó pasar unos segundos más para contar con el silencio total de los espectadores, y entonces volvió a hablar. ¿Qué posibilidades había de que sucediera semejante cosa? —¡Oh, Dios mío! Freddie Mercury se volvió y vio qué era lo que estaba señalando Emily. Cuando vio un corredor que arrancaba a su izquierda, procuró mantenerse bien arrimado a la pared de la derecha; quería asegurarse de que, si se le echaba alguna criatura encima, estuviera lo más lejos posible del hueco en el que aquélla pudiera estar acechando. Sobre todo la introducción de zombis en su mundo. —Bueno, Jacko, ¿estás nervioso? Parecía estar a punto de decidir quién debía morir primero. Me da la sensación de que usted y yo vamos a seguir viéndonos mucho más. Animada por aquella actitud amistosa, añadió—: La verdad es que ya me estoy poniendo nerviosa en serio. »En mi opinión, tiene usted muchas posibilidades de ganar este concurso, Emily. Si nos tropezamos con algún problema, apuntas esa pistola a los malos y disparas, ¿de acuerdo? Sánchez observó que su amigo dejaba caer la pala en la tumba que estaban construyendo. -6- Anónimo El cementerio del diablo —Verás. Los necesito muertos. Peor aún, su propia carrera de cantante se vio mermada severamente porque Angelina estaba demasiado enferma para viajar. Calculo que te debo una semana. Es que se ha pasado un poco bebiendo. —Lo siento mucho, señor García —dijo la chica—, pero al parecer no figura usted en el ordenador. Se sentía igual que si fuese el objetivo de un asesino y un guardaespaldas lo estuviera conduciendo hasta un lugar seguro, y rezó fervientemente para que aquél no fuera el caso. Al no tener nada que hacer salvo quedarse sentada reflexionando acerca de su situación, comenzó a estudiar las cosas un poco más a fondo. James Brown no iba a aparecer. Ver más tarde. —Kid pareció perder interés durante unos momentos, pero luego habló otra vez, con más urgencia—: Mire, tiene que largarse de aquí. Luego se hizo cargo Kid Bourbon, pero, tras un inicio brillante, se negó a matar a la joven que encarnaba a Judy Garland. Los presentes guardaron silencio cuando el crupier, con cara más bien de deprimido, hizo girar la rueda. Si bien Neil era el mejor tirador joven del cuerpo de policía, Johnny se consideraba el que mejor conducía. —No. - 276 - Anónimo El cementerio del diablo —Enhorabuena —dijo, con la intención de hacer un comentario amable para celebrar tan buena suerte. Los dedos regordetes de Sánchez estaban peleándose con el cierre del sobre. —Ha sido un placer conocerte. Bueno, pues con tanto agitar los brazos y demás, se le baja la cremallera y ¡BAM! Ha sido un placer conversar contigo. Nada más pronunciar aquella palabra, notó que se ponía colorada de vergüenza. —Es que es una sorpresa. - 187 - Anónimo El cementerio del diablo Powell caminó unos metros y se asomó por la puerta de cada uno de los cubículos, para ver si todavía quedaba algún indicio de violencia. Ha cantado Beat It. Una vez que pusieron en pie a Otis Redding, cada uno lo agarró de un brazo y se lo echó por el hombro para dar la impresión de ser dos amigos cargando con un colega borracho. Pero ¿cómo iba a distraerlo? Entonces Nina anunció el resultado: —El ganador... sí, ganador... del concurso «Regreso de entre los muertos» es... - 302 - Anónimo El cementerio del diablo Cincuenta y siete Sánchez no tenía ni idea de qué hacer. Aunque llevaba puesta la trinchera y un pantalón grueso, ya estaba empezando a acusar el frío de veras. Una vez más Nina esperó a que el público guardara silencio antes de anunciar al siguiente concursante decepcionado. Lo que vio fue mayormente la nuca del cantante mientras recibía los elogios del jurado. En vez de eso, observó detenidamente a la criatura. El titular de la primera plana del primer periódico que cogió decía lo siguiente: «se busca vivo o muerto. Es Nigel Powell, el propietario del hotel. —Gracias, señor. A su lado, en el asiento del copiloto, había un cadáver. Valerie, sintiéndose profundamente ultrajada, lo miró de arriba abajo, aunque para hacerlo tuvo que forzar el cuello. ¡No subas al coche! Sobresaltado, giró la vista hacia la carretera, de donde procedía aquella explosión. Lo único que la superaba era beberse su propia orina. O se la daba, o me pegaba un tiro en la cara. Tenía un torso musculado, el cual, unido al intenso bronceado naranja que seguramente había conseguido de manera artificial, le daba la apariencia del típico tío guaperas. - 73 - Anónimo El cementerio del diablo Kid observó a Julius con gesto suspicaz. Justo cuando el Blues Brother y la orquesta iniciaron un crescendo que sin duda indicaba que habían llegado al clímax de la canción, Emily sintió que la agarraban del brazo derecho. - 97 - Anónimo El cementerio del diablo Dieciséis Angus el Invencible era un tipo que en sus mejores momentos tenía cara de enfadado. Veinte mil. . Tiene una lista de personas a las que piensa matar. - 236 - Anónimo El cementerio del diablo Boris entró mientras el otro sostenía la puerta abierta. «Ya está.» Cerró los ojos y esperó el momento de la verdad. Había también un teléfono más bien anticuado, grande y de color blanco, justo a su izquierda. —Oh... Cómo no. Incluso el Firebird pareció contener la respiración, hasta que Kid rugió: —Y puede que a ti te convenga practicar lo de tener la boca cerrada. Ellos retrocedieron, pero se notó a las claras que simplemente esperaban una oportunidad para atacar. Muchos de ellos habían buscado refugio yendo a alguno de los bares del hotel a tomarse una copa a fin de calmar los nervios antes de que se anunciaran los finalistas. De esa forma, Jacko podría ofrecerse como guía a cambio de que lo llevasen, aquello que deseaba con tanta desesperación. Y después iba a terminar el trabajo de enterrar a aquellos dos cabrones en el desierto. Las otras dos miembros del jurado, Lucinda y Candy, se hallaban sentadas frente a él. Mala cara, mal trato. Harry, sobresaltado, se giró para mirarlo y se quitó los auriculares de los oídos. Circula por el hotel un personaje sospechoso que nos induce a pensar que ha sido el responsable. Por favor, ignora el comentario de que sólo nos quedan dos minutos. De hecho, Nina Forina ya estaba en el centro del entarimado, preparada para anunciarlo. —Que tengas suerte. El Rey, cuando consiguió arrancar la cinta adhesiva que le sujetaba las muñecas, chocó palmas con el otro. —¿Sí? De modo que aquel cartel bien merecía una ojeada. Igual que una persona que canturrea una canción que va oyendo en la radio del coche, cada vez que no estaba seguro de la letra tarareaba un poco. Y aunque lo pilló por sorpresa que lo atacasen unos zombis, era lo bastante disciplinado para apartar aquello de su mente y concentrarse en matarlos. Así y todo, solamente se los verían si alguien se agachaba para inspeccionar. —Joder, abre de una vez. Jacko fue el primero en hablar. Acto seguido, avergonzados de pronto, se apresuraron a soltarse las manos, mientras el motero recorría los últimos metros accionando el embrague para cambiar de marcha. Gabriel oyó que Ash abría la portezuela del vehículo. Los cinco participantes estaban sentados en fila frente a sus respectivas mesas de tocador, cada uno con su propio espejo iluminado todo alrededor por bombillitas. Julius lució una expresión satisfecha. «¡Mierda! Ese motero... ¿Gabriel, ha dicho? que viven en mundos distintos y que no tienen nada en común. Por el auditorio se extendió un silencio incómodo. De modo que lo más probable era que este año las cosas no fueran distintas. —Señaló el auditorio—. Julius se imaginó el destino que lo aguardaba. En la audición voy a interpretar la Canción de la Tierra. ¿Cómo diablos se puede consolar a una persona a la que le han cortado la mano a la altura de la muñeca? —Ahora sonaba titubeante. Eso ha tenido gracia. El artículo también se atrevía a sugerir que el perpetrador podía ser la leyenda urbana conocida como Kid Bourbon. Si esto llega a saberse, podría cundir el pánico. Seguidamente se volvió hacia Julius, tomó el sobre y se levantó de la banqueta para marcharse. —¿Y no podrías ir un poco más deprisa, tío? - 69 - Anónimo El cementerio del diablo Kid acababa de terminarse el tercer vaso de bourbon. Los geranios de olor son plantas arbustivas, de porte alto, que en la maceta adecuada (recomendamos macetas a prtir de 25 cm de diametro) llegan a alcanzar... Este geranio es un geranio de olor, muy perfumado, con un espectacular olor a Cola. El resto del personal estaba más cerca de la salida de atrás, y huyó a toda prisa antes de que Valerie tuviera ocasión de hacer lo mismo. Se decía que todos los años desaparecía un montón de tontos inocentes a los que ya no se volvía a ver más. Venga, reconoce que simplemente quieres ganar el concurso y ya está. Al cabo de largos instantes, abrió mucho los ojos. Tras el caos de los acontecimientos del día anterior, había terminado sin recibir ni un céntimo del dinero que esperaba cobrar. Incluso aunque ya estaba apagado, continuó retorciéndolo con fuerza entre los dedos, sin dejar de mirar fijamente a Powell ni un segundo. —¿Sabes?, no estoy nada convencido de que seas quien dices ser. Era capaz de percibir algo que estuviera a punto de suceder. Emily no pudo evitar sentirse un poco inquieta. Pero tuvo la tela asida en la mano durante menos de un segundo, antes de que se oyera un súbito disparo. No hubo necesidad de contestar nada. A continuación fue a ocupar su sitio al fondo del escenario, en el extremo de la fila, al lado de Elvis. —Soy uno de los cinco participantes que tienen posibilidades de ganar este concurso. Derribó a seis de los zombis a tiros, y a base de puñetazos a unos cuantos más que intentaron subírsele encima. Y ahora va a enseñarnos por dónde se va a casa. Kid tenía planes de volver a Santa Mondega a buscar a Beth, con la esperanza de... ¿De qué? Una vez hecho eso, dio una larga calada y volvió a guardarse el encendedor en la trinchera. Era una cobardía, desde luego, pero servía al interés del público. En cuanto le quedó la boca libre de aquella mano horrible y asquerosa, se puso a pedir socorro a pleno pulmón. Vertió una pequeña cantidad de polvo sobre la tapa del inodoro. Los baños están en otro sector, son amplios, 4 baños y 4 duchas.Con respecto a la ubicación, es perfecta ya que se encuentra a solo 2 cuadras del inicio de los senderos Laguna los tres, laguna capri, Laguna Torre.Como aspecto negativo es que no incluye desayuno en las habitaciones a compartir y que hay pocos utensillos en la cocina, habia solo 2 ollas para todos los huespedes, por lo que a la hora de cocinar habia que esperar a que el otro termine.Pase una linda estadia. —Porque James Brown me ofreció un montón de dinero. Tengo conmigo al señor Powell. —Hola a todos. En estos momentos hay zombis emergiendo del suelo por todo el desierto, y vienen todos hacia aquí. —¿Aceptas peticiones? Y viene sucediendo lo mismo todos los años, desde que se celebra el concurso «Regreso de entre los muertos». Al principio éste se quedó fuera de la habitación, hablando en voz baja con su personal de seguridad. No me voy a ir. Sólo quería decirte que en mi opinión has estado genial —le dijo—. Cuando por fin cesó el fragor de la pelea, Sánchez abrió primero un ojo y después el otro. —Emily comenzó a sollozar—. Y todos tenían en común una misma chifladura: se sentían más cómodos metidos en la piel de otro. Y en aquel momento estaban ocupadas absolutamente todas. —Un coche que usan los malos. —Sí. El otro no hizo caso y señaló a Kurt Cobain. No había rastros de sangre por ninguna parte—. Elvis dejó a Janis tirada en mitad de la conversación y se acercó a Sánchez. Ya desde el principio había descubierto que aquellas criaturas poseían un grado de inteligencia sorprendentemente elevado. Mientras la cabina del ascensor descendía hacia la planta baja, Sánchez iba rezando para que a Elvis se le ocurriera un plan que los sacara a los dos de aquella apurada situación. Y quiere que yo le dé veinte mil dólares para matar al tal Sánchez García, que, al parecer, según dice Tommy, es el asesino en serie más importante de la historia. ¿Eh? Kid ni respondió ni apartó los ojos de la carretera. —Es usted muy grosero —acertó a decir antes de desviar el rostro de aquel siniestro desconocido vestido de negro y moverse hacia la derecha, hasta que terminó por pisar el borde del telón rojo. no te importa —agregó Y dicho esto, se giró otra vez en su asiento y se puso de cara a la mesa. El mejor era Freddie Mercury, que resultaba totalmente convincente. Por nada, por ejemplo. La verdad era que daba un poco de miedo. Salidos de ninguna parte. ¿Está seguro? Primero pareció ganar ventaja un hombre, después el otro, hasta que por fin fue Rex el que se alzó con el triunfo, como siempre. Se le había llenado la boca de sangre y no podía ni escupirla ni tragarla. Ninguno de ellos hizo movimientos repentinos al levantarse y salir, sino que se terminaron discretamente la copa, pusieron fin a la conversación y, de uno en uno, fueron desfilando hacia la puerta. —Ya lo sé. Sólo quieren un comida fácil, una presa que no sea capaz de luchar a su vez. Peor aún, su presencia no era precisamente lo que más le convenía cuando estaba a escasos momentos de llevar a cabo una de las interpretaciones más importantes de su vida. —Probablemente el principal asesino en serie de toda la historia. El titulado «Regreso de entre los muertos». Pero este geranio no cuelga, tiene un creciemiento vertical y puede llegar a crear matas grandes y tupidas de más de 50 cm de diametro y altura si se escoje una maceta suficientemente grande (recomendamos a partir de 25 cm de... El geranio Randy o pelargonium crispum es una planta arbustiva, de porte rastrero, con las ramas leñosas y retorcidas. Pero al final el zombi dejó de amenazarlos, dio media vuelta y echó a correr por el pasillo en dirección a la parte de atrás del hotel. Ha llegado por los pelos, ¿no? - 280 - Anónimo El cementerio del diablo Cincuenta y dos Nigel Powell por fin estaba empezando a divertirse. Se lo sabía de memoria: dos lonchas de tocino, dos salchichas, dos patatas y un huevo con la yema boca arriba. —Sí, es posible. Los efectos de la muerte habían retraído los labios y dejaban los dientes al descubierto en un rictus aterrador que parecía una expresión amenazadora. Eres una jodida inútil de mierda. —preguntó Elvis con frialdad. En tal caso, empezad a cavar el puto hoyo. Y Powell no tenía tiempo para discutir. Gabriel intentó conectar de nuevo, pero no lo consiguió. Janis miraba a ambos como si fueran un par de lunáticos declarados. Estaba... Aguarda un segundo. Al parecer, habían acertado al escoger el momento, porque la curiosa entrada que hicieron pasó inadvertida. Qué, ¿has terminado? Y por una vez Sánchez era un tipo así. Rodeó la puerta y se plantó delante de la entrada, apuntando con la pistola a lo que, a juzgar por la temperatura reinante, era sin lugar a dudas una cámara frigorífica. Ya se lo he dicho, esto no lo hago sólo por mí misma. Ayer tenía que haber venido un tal Orson Vergadura, pero todavía no ha llegado. Se dirigió hacia la mesa de Julius, y por el camino le dijo a la camarera: —Eh, putilla, ponme un escocés doble con hielo y tráemelo a la mesa. Este concurso carece de ello. No había pensado en esto. No podían adivinar que por debajo de aquella fachada exterior de serenidad estaba cagado de miedo. - 49 - Anónimo El cementerio del diablo —Trescientos ahora —dijo con frialdad— y doscientos más si me dice lo que necesito saber. El vestuario era más bien un cuartucho; medía unos diez metros de largo pero sólo dos y medio de ancho. Llevaba puesta una trinchera larga y de color gris, y debajo una camiseta negra de aspecto mugriento. —No, atontado. Al principio pensó que a lo mejor se había caído alguien del escenario, porque daba la impresión de que la gente se había vuelto histérica. Pero en vez de eso, el aspirante a Michael Jackson empezó preguntando a su vez. La calva le sudaba a chorros después del rato que había pasado bajo los focos, y resultaba agradable notar por fin un poco de aire fresco. En cambio esta vez, al mirarlo, vio que bajaba los ojos. —¿Y qué va a pasar ahora? —Aquí seguimos. Echó un rápido vistazo al resto de la hilera de chicas y confirmó que había acertado: no cabía duda de que había escogido a la más atractiva. Estábamos empezando a pensar que ibas a perderte la final. —Tenía razón, por supuesto. —Exacto. Una vez que la vidente se hubo marchado, Powell levantó el auricular del teléfono blanco que reposaba sobre su escritorio y apretó varios botones. Algo me dice que vamos a regresar sin que haya más dramas. —Bueno, lo de ése tuvo que ver con la droga. ¿Y se supone que es un asesino a sueldo mundialmente conocido? —Me temo que ésa es la única alternativa que tiene. - 182 - Anónimo El cementerio del diablo —En primer lugar, porque no vais a conseguir ningún taxi. Ni siquiera los guardias de seguridad sabían con seguridad de qué estaba hablando Angus. - 79 - Anónimo El cementerio del diablo Trece Con los años, la caracterización que hacía Luther del cantante Otis Redding le había granjeado numerosos admiradores. Tenemos que largarnos de aquí, Sánchez. Ésta salió con mucha más facilidad que con la que había entrado, principalmente porque ahora estaba lubricada con el sudor del trasero. —Ah... vale. Tommy giró hacia ella y alargó la mano para asir el picaporte. —No. - 238 - Anónimo El cementerio del diablo —No, me temo que no, colega. De modo que Gabriel estaba muerto y Sánchez desaparecido. - 330 - Anónimo El cementerio del diablo —No me deje aquí —atinó a decir—. En su opinión, era el lugar más seguro de un hotel que en realidad no era nada seguro. Pienso que tienes muchas posibilidades de ganar este concurso.
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